LITERATURA

Un testimonio insólito

Esencia de luchadora

  • Se recupera 'La herida abierta' de la oradora, activista y escritora sordociega Helen Keller

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Helen Keller nació sana, un 27 de junio de 1880, pero a los 19 meses una enfermedad la dejó ciega y sordomuda. El órdago que le lanzó la vida lo atribuyeron los médicos de la época a una congestión cerebro-estomacal, aunque hoy parece más debido a la escarlatina, el sarampión o la meningitis. Ella se sobrepuso a ese varapalo y llegó a ser la primera persona sordociega en obtener un título de grado en Estados Unidos, y más tarde oradora, activista política y escritora.

El sello Plataforma Editorial recupera ahora en español el libro que concentra todo el pensamiento de Keller, 'La puerta abierta', publicado originalmente en 1957, que comienza con una reflexión que resume precisamente buena parte de su concepción vital: "Cuando se cierra una puerta de felicidad, otra se abre; pero con frecuencia nos quedamos mirando durante tanto tiempo la puerta cerrada que no vemos la que se ha abierto para nosotros".

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Keller dedica la obra a la persona que la sacó de la oscuridad, Anne Sullivan, la joven maestra que, afectada ella misma de tracoma, demostró una "determinación inconmovible y un amor incondicional y persistente [que] al final consiguieron grabar su mensaje en la pizarra en blanco del cerebro de Helen", escribe Katharine Cornell en el prefacio del libro.

Nació sana pero a los 19 meses una enfermedad la dejó ciega y sordomuda, quizá por meningitis o escarlatina

Como bien retrataron la obra de teatro de William Gibson y la película de Arthur Penn, ambas tituladas 'El milagro de Ana Sullivan', Helen Keller es una niña rebelde, casi semisalvaje, y rebosante de ira después de perder el oído y la vista y, sobre todo, después de nacer su hermana pequeña. Sus padres prestan más atención a la recién nacida, pero no se atreven a contrariar a Helen dada su penosa situación. Hasta que llega Anne Sullivan para poner orden.

Tras la famosa secuencia de la fuente del filme de Arthur Penn, la niña comprende que cada cosa tiene un nombre y, arrepentida de su anterior ataque de furia en el que rompe una muñeca, se transforma. "Me fui de la fuente ansiosa tras aprender que todo tenía un nombre, y cada nombre engendraba un nuevo pensamiento. Mientras regresábamos a la casa, cada objeto que yo tocaba parecía temblar de vitalidad", anotó en 'La historia de mi vida', la obra que le lanzó a la fama.

La puerta abierta es un libro fragmentario, en el que las reflexiones no abarcan en general más de una página, y aborda las grandes cuestiones de la vida y el pensamiento de la escritora. Aunque fuera Keller una luchadora infatigable durante sus 87 años, trata de manera inevitable de las enormes dificultades de su vida y no elude reconocer que, como cuando tenía cinco años, muchas veces se ha sentido llena de rebeldía, "emparedada por el silencio y la oscuridad".

"Mi corazón sigue siendo indisciplinado y apasionado», escribe en una ocasión; en otra se lamenta de "estar sentada ante las puertas cerradas de la vida", así como de las numerosas personas que la compadecen y se muestran condescendientes con la "pobrecita".

Pero el peso de sus convicciones, la primera de ellas en su caso la fe religiosa, le impide pronunciar "las palabras amargas e inútiles" que suben a sus labios. "No es verdad que nunca esté triste o no me rebele contra mi situación; pero hace mucho tiempo que decidí no quejarme", consigna.

Keller explica que está imbuida de un "sentido puritano" que le impulsa a intentar "arreglar el mundo". El aliento último de su labor no es otro que la creencia en que existe un Dios atento por igual al "curso del planeta" que al "vuelo de un gorrión", una visión que a muchos puede parecer «anticuada» pero que para la autora de fama mundial "otorga un aspecto mucho más hermoso a este viejo mundo cansado".

El exceso de énfasis de algunos de los textos de Keller encuentra un sugerente contrapunto en otros como éste: "La religión quizá podría ser la desesperación del hombre al no encontrar a Dios, mientras que la fe es la esperanza en que Dios esté buscando al hombre".

Muchos pasajes de 'La puerta abierta' están dedicados al valor de la superación, que Keller propagó a los cuatro vientos desde que abandonó su actividad política y en pro de los derechos para luchar por las personas con discapacidad. "No debemos rezar para obtener tareas que estén al alcance de nuestras fuerzas, sino para obtener fuerzas que estén a la altura de nuestras tareas", reseña.

Como tantos filósofos antes que ella, Helen Keller mantiene que "los sentidos nos engañan" y resultan insuficientes "como fundamento para la vida". "Mis congéneres que tienen cinco puertas en su casa no están más seguros en su hogar que yo en el mío", señala, y en otro pasaje no menos inspirado apunta que "la belleza y el ritmo son más profundos que nuestros sentidos. Son como el amor y la fe. Surgen de un proceso espiritual que sólo depende ligeramente de las sensaciones".

Keller veía a su alrededor personas con ojos perfectos que "son ciegas en sus percepciones" y otras con oídos perfectos que "son emocionalmente sordas". Ella no fue ninguna de ambas cosas.

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